El ingeniero químico Claudio Comelli, graduado de la UTN San Francisco y propietario de la firma Galvacom, afirmó que “lo bueno de tener una empresa propia es que uno no tiene límite, es un desafío constante porque el límite está hasta donde uno quiere llegar”.
El profesional sanfrancisqueño, de 39 años, se desempeñó laboralmente durante más de una década en una empresa metalúrgica de nuestra ciudad, hasta que logró cumplir con su objetivo de tener un emprendimiento propio, dedicado al zincado, es decir, al revestimiento con zinc de piezas metálicas para evitar que se oxiden. “Si bien comencé estudiando ingeniería química en San Francisco, con la orientación en alimentos, la situación se fue dando para que yo trabajara en una empresa metalúrgica por muchos años, y para que hoy tenga una empresa dedicada al tratamiento superficial como el zincado. Pero la ingeniería química es muy amplia y abarca muchas actividades y rubros donde podemos ejercer nuestra actividad”, dijo Comelli, y aclaró que “si bien en la Facultad tenemos algunas materias orientadas a alimentos, tenemos una base general, una herramienta que podemos utilizar en cualquiera de las ramas a la que decidamos dedicarnos. En cada actividad que encaramos, contamos con herramientas para entender mejor los procesos. Y el proceso que realizamos en mi empresa está íntimamente ligado a la química”.
Egresado del nivel medio del Ipem 145 “Dr. Francisco Ravetti”, siempre tuvo en claro su objetivo de llegar a tener su título de grado. “Cuando estaba en el último año del secundario mi idea era seguir estudiando, si bien en mi familia rondaba la idea de conseguir un buen trabajo, algo estable, yo quería seguir estudiando, aunque no sabía si iba a poder económicamente porque vivía con mi hermana y mi mamá que era docente.. Yo estudié las posibilidades, siempre me gustó la parte tecnológica, los procesos industriales, y dentro de eso la parte de química, así que estaba entre alguna carrera relacionada con la ingeniería o bioquímica, o ingeniería en alimentos, averigüé en Villa María, y justo me enteré que en la UTN San Francisco se abría la Ingeniería Química. Consulté y me lo confirmaron, y me jugué por esta carrera”, explicó.
Luego explicó que hizo el cursillo de ingreso “en el mes de febrero, empezamos 78, y después del cursillo quedamos algunos más de treinta. Comencé la carrera en 1994, en ese momento trabajaba como sereno donde la radio LV 27 tenía sus equipos de transmisión. Trabajaba viernes, sábados y domingos, lo que me permitía estudiar. Después cambiaron el horario así que tuve que dejar, y empecé a trabajar en un supermercado, viernes, sábados y domingos, y miércoles a la mañana. Entonces estudiaba y trabajaba. Eso fue hasta parte de tercer año, allí realicé unas prácticas laborales durante tres meses, en los cuales tres días a la semana viajábamos a San Jorge a la mañana y volvíamos a la tarde. Esa experiencia fue muy buena, ya que nos sirvió para conocer el funcionamiento de una fábrica”.
Comelli prosiguió su relato diciendo: “En tercer año, surgió la posibilidad de trabajar en la empresa Barbero como pasante. Dejé el supermercado y comencé a trabajar ahí, de lunes a viernes, seis horas por día. Era una posibilidad de tener un crecimiento en algo más relacionado con mi carrera. Después trabajé en el laboratorio de la fundición. Estuve dos años y medio como pasante y después quedé efectivo, por lo que empecé a cursar menos materias, porque en ese momento era más flexible la correlatividad y lo permitía. En esa empresa trabajé durante unos diez años, en los que empecé en la implementación de las normas ISO 9000, luego seguí en control de calidad, después fui encargado de una sección donde están los hornos de fusión, y luego trabajé con el gerente de producción de la parte de fundición, organizando la producción, y estuve seis meses como jefe de producción por ausencia del gerente”.
“La carrera la seguí haciendo de a poco, como podía, me casé y tuve a mi hija mayor, entonces hubo momentos en que dejaba la carrera, luego la retomaba, por mis horarios de trabajo, además de los tiempos de mi familia, que íbamos manejándolos como podíamos. Lo que me ayudó es que mi esposa, Mariela, que también estudiaba en ese momento, es más disciplinada y organizada, entonces me empujaba y nos apoyábamos para poder terminar nuestros estudios. Algunas materias pesadas y largas me hicieron pensar en dejar la carrera. Pero yo asumía que iba a mi ritmo, lento pero seguro, siempre con la idea de terminar”, ya que si no me recibía, para mí todo el esfuerzo iba a ser en vano”, agregó Claudio Comelli, padre de Anabella de 14 años, Alma de siete, y Emma, de cuatro.
La empresa propia
El ingeniero recordó además que “estando en Barbero me recibí, en el año 2005, y una vez recibido siempre había pensado en hacer algo por mi cuenta, si bien en mi trabajo como empleado aprendí muchas cosas, mi objetivo no era hacer carrera ahí sino apostar a hacer algo propio. Empecé a buscar qué podía hacer, como me había recibido tenía las tardes libres, me interesó mucho el tema ambiental, comencé a hacer algunas asesorías a algunas empresas para el tratamiento de efluentes y conocí una persona que tenía una empresa dedicada a hacer zincados, que actualmente es mi empresa. Él recién empezaba y me ofreció la posibilidad de ayudarlo, así que le hice asesoramiento del aspecto químico del zincado y de otros aspectos de su empresa. Eso fue entre 2006 hasta 2009, cuando me dijo que no quería más seguir porque estaba pronto a jubilarse, y me propuso venderme la empresa. Y llegamos a un acuerdo sobre el modo de pago, y fue largarme a hacer algo propio”.
“Al principio no fue fácil, porque en seis meses tenía que mejorar el negocio y conseguir clientes nuevos, para esto me concentré en lograr que la empresa se destacara por la calidad del zincado y la rapidez de la entrega. Gracias a Dios y a mucho esfuerzo, pude hacer crecer la empresa y salir adelante. La firma se llama Galvacom, es mi empresa desde hace prácticamente cinco años. Hasta ahora, llegué a duplicar el volumen de producción y crecí bastante”, afirmó.
Finalmente, Comelli remarcó que “siempre le digo a quienes se están decidiendo por una carrera, que se informen y lean qué van a hacer cuando se reciban, que no se decidan pensando si les gusta o no las materias que van a cursar, porque la carrera puede durar cinco, seis o diez años, pero lo que viene después es para toda la vida”.